Una mujer trascendente en mi historia

Nos han pedido que hablemos de una mujer trascendente para nuestra vida personal o profesional, y me parece justo hablar de ella.

No aparecerá en los libros, pero eso no significa que no sea un trocito de la historia que se va construyendo con los pasos de las mujeres de todas las épocas. Y sobre todo, es parte esencial de mi historia.

Nació y creció en una época bastante más complicada que la actual.

Le hubiera gustado estudiar, adoraba la escuela y la aprovechó a fondo, pero circunstancias y creencias sobre los roles femeninos tradicionales no le favorecieron para seguir estudiando.

Me cautiva su vitalidad, su nobleza y su sonrisa, y me alegra que los malos tiempos y el esfuerzo de ir tantas veces contra corriente no la hayan endurecido en absoluto, y me alegra mucho más tener la fortuna de seguirla escuchando cantar por las tardes mientras cocina e inunda la casa con el aroma de sus guisos entre ajo y mantequilla y con su voz, dulce.

Le fascina el café y a mí también, y me encanta compartirlo con ella mientras conversamos. Es bonito cuando charlamos porque es buena escucha y buena conversadora y bastante abierta y respetuosa ante puntos de vista y formas de vida diferentes.

Tiene más vitalidad y más flexibilidad que muchas personas jóvenes que conozco.

A veces reflexionamos juntas de que hubiera sucedido si hubiera podido seguir estudiando y se le humedecen los ojos.

Otras veces se le ilumina el rostro y la voz mientras habla de cómo conoció a su primer esposo o como fue el nacimiento de cada uno de sus hijos.

Yo digo que es una mujer adelantada a su tiempo, una madre que evolucionó junto a sus hijas e hijos, y que no se aferró a ideas preestablecidas y nos ayudó a ser y crecer responsables y libres, y eso que en su infancia y juventud muchos preceptos machistas estaban bastante más arraigados que ahora; porque ya podrán hacerse una idea de cómo era México entre los cuarentas y los sesentas.

Cuenta que de jovencita aprendió a ser prudente para no recibir malos tratos, pero que no era por sumisión, sino por mera supervivencia, pero que cuando formó su propia familia por fin pudo ser ella misma.

Recuerdo mis tardes de infancia con ella explicándome el porqué de las cosas, diciéndome que cuando creciera solo hiciera lo que me pusiera contenta, o leyéndome poemas.

Y pienso en mis tardes de ahora en pleno confinamiento charlando con ella y tratando de hacerle el tiempo más llevadero, o enseñándole a escribir décimas.

El tiempo en pandemia no es el tema de esta entrada, pero he de decir que si alguna cosa buena puedo rescatar de ello es el poder devolverle un poco de ese amor y cuidado que supo brindarme cuando era pequeña y gracias al que sin duda ahora soy la que soy y he tenido la posibilidad de viajar y estudiar todo lo que me ha venido en gana.

Es una mujer inteligente, creativa y tenaz.

Hace unos meses leímos el significado de su nombre y creo que le viene bien, Encontramos un artículo que decía que Emilia en su origen latino significaba “la que se esfuerza trabajando”; y en su raíz griega, amable.

El último párrafo lo releo, y le miro reflejada en él: “Talento natural: Es capaz de conciliar lo viejo con lo nuevo, y aunque le da una gran importancia a su futuro, jamás ha perdido de vista que debe disfrutar el presente. Su mente es muy ágil y eficiente, por lo que no demora mucho en llevar sus planes a cabo”.

Entre las profesiones ligadas a su nombre estaban las de maestra, ingeniera y científica, y si las circunstancias hubieran sido otras, seguro que lo habría sido.

Y aunque su vida se fue por otros rumbos, es una gran mujer que ahora goza de la experiencia de sus 74 y medio y la brillantez de un alma jovial y tierna. Y yo gozo de su presencia que me motiva a seguir tratando de construir en su honor y en el de muchas, un mundo mejor para que las que vienen detrás puedan ser lo que quieran ser y lo hagan con paso firme y en entornos más amables.

Valeria Guzmán Díaz.

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