Mujeres, eficiencia y autocuidado

A mi alrededor hay una gran cantidad de mujeres a las que les vendría bien que el día tuviera más de veinticuatro horas, son sumamente activas y comprometidas con lo que hacen.

A diario se enfrentan a múltiples retos que sortean ágilmente, pero de los que no siempre obtienen reconocimiento o retribución económica en forma justa y equilibrada.

Cuidan y proveen con igual destreza y casi siempre mantienen la sonrisa en el rostro a pesar de largas jornadas de trabajo y labores domésticas.

Han desarrollado un gran número de competencias y habilidades gracias a ambos roles. Son amorosas y eficientes a partes iguales.

Su capacidad de dar es enorme, pero no diría lo mismo de su capacidad para recibir. Aunque no sé si le hará justicia a esta reflexión ponerlo en términos de capacidad, seguro que no.

El punto es que lo que le brindan a su espacio circundante, familia o trabajo, es de gran calidad, no así lo que les llega de vuelta, muchas veces y en algunos ámbitos porque la injusticia o la desigualdad hacen de las suyas, pero en ciertos contextos y circunstancias me da la impresión de que no siempre se permiten parar y regalarse un respiro o recibir apoyo abiertamente.

Se suele decir que por que no se quejan y no paran son fuertes. Pero esa idea de que quien es fuerte no interrumpe algo si le afecta de alguna manera o no dice lo que siente es errónea.

Eso no es la fuerza, no nos dejemos engañar, ni tampoco sacrifiquemos nuestro bienestar físico ni emocional en pos de demostrar fuerza o eficiencia.

Nadie tiene que demostrar nada, las mujeres no estamos a prueba de ningún modo. Y en realidad ninguna persona tendría por qué estarlo.

Muchas veces he escuchado eso de que si muestras vulnerablilidad te atacarán con más saña, ¿pero por qué plantearlo en términos de guerra? Es decir, la vida no es un campo de batalla, entonces no tendríamos por qué utilizar su lenguaje para construir nuestra historia y la de nuestras interacciones.

Por otra parte, nos ha hecho mucho daño esta cultura del sacrificio que deriva en abnegación o en fuerza mal entendida que termina por anularnos.

Mostrar lo que sentimos, pensamos y necesitamos jamás justificará un trato injusto o abusivo. Tenemos todo el derecho del mundo a expresarlo, y también a poner límites y a permitirnos recibir, nosotras decidiremos como, cuanto  y de quien, por supuesto.

Es posible seguir siendo eficientes en el ámbito profesional y nutricias en nuestras relaciones afectivas, pero sin olvidarnos de nosotras y nuestras necesidades.

Sería hermoso que lográramos colocar nuestra fragilidad en el mismo lugar que nuestra fuerza y que nos diéramos permiso de recibir; y que el autocuidado tuviera un sitio importante en nuestra lista de prioridades.

VALERIA Guzmán Díaz.

<a rel=»license» href=»http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/»><img alt=»Licencia de Creative Commons» style=»border-width:0″ src=»https://i.creativecommons.org/l/by-nc-nd/4.0/88×31.png» /></a><br />Este obra está bajo una <a rel=»license» href=»http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/»>licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional</a>.